jueves, 27 de noviembre de 2008

Lou Reed

Siempre he sentido una profunda admiración y respeto por Lou Reed y las múltiples máscaras que han disfrazado su música y su personaje a lo largo de su extensa trayectoria. Con tan solo 16 años Lou Reed comenzó a grabar con su grupo The Jades, pero su voz nasal era diferente, quizás no alcanzara la belleza de todos aquellos grupos de Doo Wop que tanto admiraba, pero ya por entonces brillaba como un prolífico compositor de canciones Pop, y entre 1958 y 1965 trabajó a destajo como compositor de la casa para el sello Pickwick.

Hasta aquí nada fuera de lo común, pero en 1964 Lou forma junto a John Cale, Sterling Morrison y Angus Maclise una banda de nombre The Primitives, que fue la antesala de la mítica Velvet Underground. En 1965 Moe Tucker sustituye a Maclise y la formación clásica de los Velvet se consolida.

En 1965 las temáticas sobre el uso y abuso de drogas duras, decadencia, sadomasoquismo y sexo salvaje eran prácticamente inéditas en el ámbito de la música Pop. Lou Reed fue el primero en introducir tales temas de forma explícita a través de sus canciones. Mientras unos escandalizados medios de comunicación de la época se llevaban las manos a la cabeza, el visto bueno de los círculos más “Arty” de Nueva York no se dejó esperar, y pronto la Velvet se convirtió en el grupo mimado del rey del “corta y pega” Andy Warhol: primero participaron en el EPI, una especie de espectáculo donde se combinaba la música de la Velvet con luces estroboscópicas. Posteriormente Warhol les financió su primer LP, el famoso “disco del plátano”, grabado junto a la modelo, actriz y musa de origen alemán Nico.

La Velvet entre 1966 y 1970 grabó cuatro discos oficiales imprescindibles, tan bellos como decadentes, tan admirados como controvertidos, plagados de música pasional y directa a las entrañas, tan vigente hoy como hace cuarenta años; y aunque hoy esos discos figuran en las listas de “lo mejor” de publicaciones políticamente correctas, y hace tiempo han sido asimilados por el gran público, lo cierto es que temas como “Waiting for the man”, “Heroin”, “Sister Ray”, “The Gift”, “What goes on”, “Some kinda love”, “Sweet Jane”, “Rock and Roll” y tantos otros, siempre formarán parte del universo del Rock and Roll más intenso, visceral y lleno de asombrosos contrastes.

Una vez disuelta la Velvet Underground, Lou Reed inicia una extensa carrera en solitario, que en mi caso es difícil valorar con objetividad, ya que incluso sus momentos más bajos me gustan. A lo largo de su extensa trayectoria Lou Reed ha sabido reinventarse a sí mismo en cada disco: En “Transformer” (1972) sin pretenderlo encabezó, junto con Bowie, el ambiguo movimiento Glam y pasó a la historia con su parada de los monstruos particular en la inmortal “Walk on the wild side”; el impactante “Berlin” (1973) cortó de un plumazo el éxito comercial de “Transformer”, en un depresivo disco que contaba la terrible historia de Jim y Caroline con imágenes de dolor, muerte y toxicomanías varias. “Sally Can’t Dance” (1974) presentaba a Lou como un irascible “Speed freak” que vivía excelentes momentos de popularidad, siempre al borde del abismo, pero aún capaz de grabar conmovedoras canciones como “Billy”. En 1975, cuando estaba en pleno auge comercial, publicó “Metal Machine Music”, un absurdo doble LP lleno de acoples, “feedback” y distorsión donde Reed se mofó de la industria discográfica en pleno (“¿No queríais un disco de guitarras?”), y el emergente movimiento Punk neoyorquino le aupó como su padrino.

En 1976 publicó “Coney Island Baby”, uno de sus discos más maduros y repleto de memorables canciones de amor, pero también las drogas y violencia tienen su hueco (“Kicks”). Tampoco le importó sacar a relucir su profundo amor por los sonidos “negros”, ya sea con la orientación Soul de su doble LP en directo “Take no prisioners” (1978), o los sonidos más Free Jazz de “The Bells”, todo un canto a la “tierra de los Valientes” que hartos de esta vida deciden salir por la puerta de atrás.

Los años 80 comienzan bien para un maduro Lou Reed: abandona los malos hábitos adquiridos por cortesía del alcohol y la meta anfetamina, y sobre todo encuentra el verdadero amor. Estos buenos acontecimientos se reflejan en sus siguientes discos, con un Lou Reed que se presenta como un tipo normal y corriente. Especialmente recomendable es "The Blue Mask" (1981), sólido trabajo donde vuelve a sus raíces clásicas de Rock and Roll gracias a la colaboración del fantástico Robert Quine como segundo guitarra, con canciones que versan sobre amor, pero también dolor y miedo actúan como contrapunto. Aunque todos los discos de este hombre tienen su miga, hay que reconocer que trabajos como “Legendary hearts”, “New Sensations” o “Mistral” no están a la altura de su gran talento, y no es hasta 1989 cuando Lou Reed resucita creativamente con “New York”. Todo un canto de cisne a su amada ciudad a ritmo de Rock and Roll (al igual que “The Blue Mask” posee la clásica estructura de dos guitarras, bajo y batería), plagado de asombrosas viñetas callejeras. “Songs for Drella” (1990) continúa la racha, esta vez rinde homenaje a Andy Warhol junto con su antiguo compañero John Cale de los tiempos de la Velvet Underground. El filón Reed no se agota, y en 1992 publica el desgarrador “Magic and Loss”, una demoledora obra conceptual que versa sobre la muerte pero no exenta de esperanza, pero sobre todo es el mejor homenaje que Reed podía hacer a dos buenos amigos fallecidos en un breve intervalo de tiempo: el mítico compositor Doc Pomus y Rotten Rita que Lou conocía desde los tiempos de la Factory de Warhol allá en los años 60.

En los ultimos tiempos Lou Reed ha seguido publicando discos llenos de buenos momentos: “Set the Twilight Reeling” (1996), “Ectasy” (2000) y sobre todo un bonito tributo a su ídolo Edgar Alan Poe, “The Raven” (2003), donde pone música a cuentos y poemas del atormentado escritor. En el 2008 Lou Reed está por encima del bien y del mal, y dado su estatus, trayectoria y toda una vida consagrada a la música, puede permitirse hacer lo que le venga en gana, y el año pasado editó un disco de relajación (¡¡¡!!!), “Hudson River Wind Meditations”, que da auténtico pavor, y personalmente me veo incapaz de hincarle el diente. Este año ha editado un directo interpretando “Berlin” al completo más alguna sorpresa, pero está claro que actualmente la principal prioridad de Mr. Lou Reed no es la música, pero no dudo que tarde o temprano mueva ficha y nos vuelva a sorprender a todos.

Aprovechando el tirón de Lou Reed, en 1974 ya disuelta The Velvet Underground, se editó un doble LP en directo ("1969 The Velvet Underground live with Lou Reed") que recopilaba grabaciones en directo de la Velvet durante 1969, que a pesar de no gozar de un sonido perfecto, para mi constituye uno de los mejores documentos en directo que se han publicado. Las emocionantes notas interiores del disco corrían a cargo del imprescindible Elliott Murphy, o lo que es igual "La última de las estrellas de Rock and Roll". Paso a reproducirlas, espero que os guste:

Han pasado 100 años desde hoy, y todo el mundo que está leyendo esto está muerto. Algún chaval está impartiendo clases de música en el instituto, y quizás esté escuchando a la Velvet Underground porque tiene que escribir un trabajo sobre Rock and Roll clásico, y me pregunto que pensará ese chaval.


Me gustaría que inventaran una máquina que pudiera descifrar los grandes secretos de cada uno, los tuyos, los míos y los de Lou Reed. La diferencia entre las películas y el Rock and Roll es que el Rock and Roll no miente. Nunca promete un final feliz. Tengo que decir que la Velvet Underground compuso y tocó música triste. Cuando los escucho, pienso en la gente que no volveré a ver de nuevo. Esa es la historia del mundo del arte. Van Gogh se cortó una oreja, y sus padres firmaron permisos para visitar los museos.


La Velvet Underground han debido asustar a mucha gente. Que pasa por la cabeza de una madre cuando pregunta a su hija de 15 años, “¿Cómo se llama la canción que estás escuchando?”, y su hija contesta “Heroin”.


Desearía haber escrito esto hace 100 años. Entonces, escribiría acerca de música hecha por gente muerta. Habría un principio y un final. Tal y como estamos ahora, no se donde encaja este disco. Creo que toda la gente de este disco hoy están vivos. Se que al menos uno de ellos continúa en activo. No se si este disco se considerará una de las mayores o menores contribuciones de Lou Reed. ¿Qué será obligatorio escuchar en esa clase de Rock and Roll clásico?


Pienso que este disco es gran Rock and Roll, Creo que Alexander the Great, Lord Byron, Jack the Ripper, F. Scott Fitzgerald, Albert Einstein, James Dean, y otras estrellas del Rock and Roll estarían de acuerdo conmigo.


Quizás es 1969, y algún chaval pide el coche prestado a sus padres y conduce hacia la ciudad y hace cosas que nunca había hecho antes y llega tarde a casa y se mete en líos, pero no importa porque sabe que nunca volverá a ser el mismo. (Eso es de lo que trata este disco).


En el Rock and Roll la gente tiende a vivir al límite (Eso es de lo que trata este disco).


El Rock and Roll siempre ha sido y todavía es una de las pocas cosas honestas de este mundo (Eso es de lo que trata este disco).


Podría analizar cada canción una por una, pero se echaría a perder toda la diversión y la química. Espero que algún día se enseñe historia del Rock and Roll. Espero que la música de este disco esté entre los elementos más importantes de esa clase. Espero que los padres sigan asustándose cuando encuentren a sus hijos escuchando esta música.

Desearía estar a 100 años de hoy. (No puedo soportar el suspense).

domingo, 16 de noviembre de 2008

The Scientists, "Swampland"

Por aquí ya es conocida la fijación por los sonidos procedentes de las antípodas. Dicen que el mejor Rock and Roll procede de USA e Inglaterra, esta afirmación queda en entredicho al escuchar la buena música que se ha generado (y aún se hace) en el continente australiano. La causa de este curioso hecho daría para un extenso estudio, pero dejando al lado hipótesis y pensamientos, Australia es una mina de oro de excelentes bandas dignas de explorar y reivindicar.

Hace escasos meses, el sello Bang! Records, especializado sobre todo en Rock and Roll australiano de alto voltaje, sacó al mercado un doble LP de The Scientists que recopila grabaciones de su mejor etapa, que va del 82 al 83, caracterizadas por una intensidad fuera de lo común, caminando siempre por el alambre de la música más corrosiva y nihilista, pero siempre partiendo de la tradición del Rock and Roll clásico hasta convertirse en una personalísima e influyente fuente de inspiración.

El germen de The Scientists comienza en Perth en 1976 con una banda de Protopunk de nombre The Cheap Nasties liderada por un joven Kim Salmon. Poco se sabe de esta banda, aparte de ser el primer grupo de Punk que surgió en Perth, y que sus influencias musicales se inclinaban por grupos americanos como Modern Lovers, Ramones, y espcialmente Stooges y New York Dolls.

En 1978 nace la primera encarnación de los Scientists con Kim Salmon y James Baker. A pesar de mantener sus influencias Punk intactas, también hay elementos del Pop más clásico de los 60. Esta combinación estilística da lugar a un giro más Power-Pop en su sonido, y como resultado, entre 1979 y 1980 el grupo edita una serie de singles de altísima calidad. Temas como “Frantic Romantic” o “Last Night” lo demuestran. En 1981 se publica el primer LP del grupo, pero por desgracia, aunque el contenido es excelente, el disco suena vacío y se echa a perder el sonido enérgico de la banda. Esto propicia la disolución del grupo, James Baker se marcha a Hoodoo Gurus y Kim Salmon, como veremos más adelante, volverá con más fuerza.

Paralelamente a la disolución de los primeros Scientists, Kim Salmon descubre a los Cramps y quiere orientar su nuevo sonido en esa dirección, pero no en el sentido del Rockabilly que practican, lo que fascina a Kim Salmon de los primeros Cramps, es su visión salvaje y primitiva de la música, la misma que tienen los grandes Bluesmen del Delta o el Punk electrónico de Suicide. Es como si Salmon se preparara para un viaje de regresión a la Edad de Piedra del Rock and Roll en busca de una primigenia intensidad teñida de un malsano nihilismo y salpicada de las peores vibraciones.

Pero este viaje hacia las rutas salvajes de la música no hubiera sido lo mismo sin sus protagonistas directos. En esta ocasión a Kim Salmon (guitarra y voz) le acompañan Brett Rixon (batería), Boris Sujdovic (bajo) y Tony Thewlis (guitarra). Cuatro personalidades musicales únicas donde cada miembro tiene su papel fundamental en el grupo. Las guitarras de Salmon y Thewlis se acoplan a la perfección tejiendo una compleja tela de araña repleta de acoples y distorsión, pero no exenta de melodía, quizás no en el sentido del Pop más ortodoxo, pero la melodía siempre está ahí (el grupo americano Television fue otra gran influencia). Por otra parte, la batería de Rixon y las dos maravillosas notas de Sujdovic al bajo, son el medio perfecto para llevar a cabo todas las ideas de la alterada mente de Salmon.

El disco que nos ocupa (de título “Swampland”) se centra en esta segunda formación de los Scientists. Un doble LP de tirada limitada a 1000 copias con 21 temas que nos conducen por los pantanos del infierno, extensos ríos de sangre y alucinados mundos donde los sicotrópicos son alimento vital, y la única salida posible es el fuego abrasador. Adentrarse en incandescentes piezas como “Set it on fire”, “Burnout”, “Solid gold hell”, “Nitro” o “Fire Escape” no es plato fácil, y menos aún dejarse llevar por hipnóticos Blues pantanosos como “Swampland” o “Blood Red River” con esa maldad insana en perfecta sintonía con los tiempos que corren. En “The Spin” Kim Salmon y compañía no disimulan su devoción por los Stooges de “Funhouse” con esos alaridos infernales, también presentes en “Revhead”, un viaje al mismísimo núcleo de la locura en deuda con Suicide.

Para el que conozca la obra de Scientists, este doble LP tiene el aliciente de contener 8 temas en directo nunca publicados anteriormente, y al igual que el resto de su obra no tienen desperdicio.

Continuando con la historia del grupo, en 1984 cambian su lugar de residencia a Londres y siguen publicando grandes singles, pero debido a problemas de visado, algunos miembros del grupo se ven obligados a volver a Australia, y finalmente solo quedan Salmon y Thewlis al frente. De nuevo The Scientists dan un giro radical a su música siguiendo unos esquemas más “ruidistas” y experimentales, plasmados en “Human Jukebox” de 1987 (según Salmon su mejor trabajo), pero al poco tiempo el grupo se separa definitivamente. Thewlis forma The Interstellar Villains, y Salmon The Surrealistics (con Brian Hooper y Tony Pola de The Beasts of Bourbon). En 1993 Brett Rixon fallece de sobredosis, una lástima teniendo en cuenta que grupos tan en boga en aquella época como Mudhoney o Jon Spencer Blues Explosion se les llena la boca cantando las “bondades” de Scientists, lo cual propicia una reunión de la formación clásica de los Scientists (evidentemente sin Rixon) en el nuevo milenio, pero me temo que poco queda de la combustión espontánea de principios de los 80.

lunes, 3 de noviembre de 2008

The Ramones, "End of the Century"

Los Ramones siempre han ocupado un lugar importante en mi corazón, e imagino que en el de cualquiera que le guste minimamente el Rock and Roll. Los Ramones me traen a la cabeza muy buenos recuerdos, desde que en tiempos del instituto un amigo me prestó su copia de “too tough to die” que escuchaba de continuo, han pasado muchos años. Después llegaron los gloriosos primeros discos del grupo: “Ramones”, “Leave Home”, “Rocket to Russia”... y en definitiva, mientras iba escuchando nuevas bandas, siempre quedaba un hueco para Ramones y su atemporal visión de la música; y después de tanto tiempo me sigo aplicando una buena dosis de Ramones cada poco tiempo. No podía ser de otra manera porque Ramones, bajo la coraza de acelerado grupo de Punk-Rock se esconde una banda de Pop Clásico, para mí a la altura de los nombres más grandes, desde Stooges hasta Seeds, desde los Stones a los Beach Boys, pasando por los grupos de chicas de la factoría Spector. Sin lugar a dudas para mí los Ramones representan la quintaesencia, de la música Punk y del Rock and Roll más inocente, una música más pasional que técnica, pero sobre todo centrada en la canción. Después de tanto tiempo temas como “Swallow my pride”, “Sheena is a punk rocker”, “I wanna be your boyfriend”, “Happy family” y decenas de golosinas más, siguen rebotando en mi cabeza.

Bien es sabido que el nuevo milenio fue nefasto para los Ramones: Joey nos dejó para siempre en el 2001, Dee Dee en el 2002 y por último Johnny en el 2004. Pero entre medias, en el 2003 se editó una película titulada “End of the century” que trata con extraordinaria lucidez y profundidad la vida y trayectoria de los Ramones. Simplemente para mí uno de los mejores documentales que se ha hecho sobre un grupo de Rock and Roll.

“End of the Century” trata desde los inicios la historia de la banda, un grupo de “outsiders” que de no haber sido por el Rock and Roll, en poco tiempo hubieran sido carne de cañón de psiquiátrico, cárcel e incluso de cementerio. A pesar de que Joey padecía un trastorno obsesivo-compulsivo, Johnny era punto menos que un delincuente juvenil, y Dee Dee sufría un trastorno bipolar y una temprana adicción a la heroína, estas conflictivas personalidades confluyeron gracias a la música: New York Dolls, Stooges, MC5, la música “Garage” y el Pop clásico de los 60 eran sus preferidos.

En el documental se puede ver los primeros tiempos de los Ramones, cuando tocaban para cuatro gatos en el ahora mítico CBGB, y pronto captaron la atención de los círculos más “in”, que los consideraban como una muestra de arte minimalista y “naif”, e incluso muchos no se podían creer que lo que veían fuera de verdad, por la imagen del grupo, su actitud, y sobre todo por ese sonido sencillo y rompedor.

“End of the century” es un retrato agridulce de una de las bandas más influyentes de la música popular desde los años 70. Por un lado, con el advenimiento del punk en Reino Unido, los Ramones, en parte, fueron la mecha que prendieron el movimiento y para muchos grupos la motivación para montar una banda. Su llegada a Inglaterra en 1977 fue espectacular: venta de todas las entradas durante varias noches seguidas, fueron tratados como estrellas, y en definitiva, el futuro para Los Ramones se veía de lo más prometedor. Este hecho contrastaba con la vuelta a América donde estaban abocados a tocar en locales de mediano aforo ante un público mucho más reducido.

Intentaron el éxito con insistencia. A parte de ser unos currantes natos del Rock and Roll a base de continuas giras, los discos que publicaron en los 70 son auténticas obras maestras de urgencia POP. Incluso Seymour Stein (presidente de Sire records) apostó muy fuerte por ellos promocionando “éxitos seguros” como “Sheena is a punk rocker”, pero desgraciadamente en 1978 el movimiento punk estaba en estado terminal y muy mal visto por las radio fórmulas y los medios de comunicación en general, hecho que afectó también a los Ramones y a su desarrollo comercial.

A partir de aquí, desde el 79, una vez conscientes de que jamás lograrían el merecido éxito y reconocimiento, los Ramones lo único que podían pretender es seguir haciéndolo lo mejor posible a base de estupendos discos y anfetamínicos conciertos. Los años 80, según cuentan en “End of the century” fueron duros. A pesar de su enorme influencia, su Punk-Pop pegadizo no estaba en sintonía con los sintetizadores y los pelos cardados en boga en aquella época, y a partir de “too tough to die” endurecieron considerablemente su sonido. Aún así, aunque unos discos son mejores que otros, para mí todos son trabajos que mantienen un gran nivel de calidad.

Como se suele decir, después de la tempestad viene la calma, y los año 90 fueron mejores. Toda esa nueva generación de grupos de estilo “Grunge” y “Punk” tomaban a Ramones como su base y punto de partida musical, y en países como Brasil (y también España) eran considerados auténticos ídolos de masas juveniles, por unos chavales que vivían en las calles sin expectativas de futuro, que no sabían si vivirían o no para contarlo al día siguiente. En ese contexto las canciones de los Ramones ejercían como válvula de escape para salir de la cruda realidad, y un espejo donde mirarse.

A pesar de generarse un nuevo interés por los Ramones, ya eran demasiados años de convivencia y fricciones, y más teniendo en cuenta que entre ellos casi ni se hablan. El primero en desertar en 1989 fue el entrañable Dee Dee, bajista y autor junto con Joey de buena parte de los himnos del grupo. Finalmente en 1995, tras la publicación del último disco “¡Adios Amigos!” los Ramones ponen fin a una gloriosa carrera plagada de momentos inolvidables, convirtiéndose en un grupo que para cualquiera que ame el Rock and Roll se antoja imprescindible, porque los Ramones como pioneros fueron la auténtica esencia de esta música.

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