jueves, 18 de diciembre de 2008

Wild Soul Music


"Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol"
(Martin Luther King)

En muchas ocasiones los insustanciales álbumes en directo son un mero trámite para cumplir con las obligaciones contractuales de la discográfica, para hacer caja o simplemente para cerrar una etapa a base de tocar los “grandes éxitos” sin aportar relevancia al producto. Claro que siempre hay excepciones: el incendiario primer LP de MC5, “It's alive” de Ramones, Get Yer Ya-Ya's Out! de los Rolling Stones... Por el contrario, con el Soul la situación es distinta, es un música salida de las entrañas, con sus canciones para llorar y reír, amar y gozar, pero sobre todo es un género capaz de todo, incluso de eliminar barreras en las peores épocas de segregación racial. El Soul es una música capaz de hacer vibrar a todo el mundo independientemente de sexo, raza, religión o posición social. Cuando hablamos de música Soul no hay que pensar, solo dejarse llevar y sentir el ritmo de una música más viva que cualquier otra.

Volviendo a los discos en directo, el Soul desde sus inicios ha generado excelentes muestras de sentimiento, pasión e intensidad en cada uno de los surcos de los vinilos, e incluso algunos de ellos forman parte de lo mejor que grabaron algunos de los autores clásicos del género. He aquí algunos de los discos en directo más recordados a lo largo de los años:

Sam Cooke quizás sea el cantante de Soul más influyente en la historia de este género. Desde que a principios de los 50 comenzó su andadura gospel en The Soul Stirrers, pasando por su etapa en Keen y su enorme éxito comercial en RCA, hasta su muerte en 1964, todo lo que grabó Cooke fue intachable. Preciosas canciones arregladas con suntuosas secciones de cuerda y vientos, con esa portentosa y versátil voz capaz de convertir temas propios de Gospel y Rhythm and Blues en memorables piezas de POP clásico inundadas de un fuerte romanticismo, y siempre aptas para el baile. En directo Sam Cooke era bien distinto, los deliciosos arreglos se suprimían en favor de un sonido más primitivo e intenso, como muy bien reproduce el espectacular “Live at the Harlem Square Club, 1963” publicado en 1985. Aquí no hay fisuras, no hay altibajos, la suave caricia de Sam Cooke se convierte en una bofetada de sudor frío lleno de vida, público y artista conectan a la perfección, la música es una celebración de júbilo y alegría de vivir, algo así como un acto pagano de música gospel lleno de electricidad.

James Brown, llamado también “Mr. Dynamite”, fue tan influyente como Sam Cooke, y desde el principio destacó por ser el mayor currante del show-business gracias a sus inflamables conciertos. “Live at the Apollo” (1963) junto con sus Famous Flames es una buena muestra, que por cierto, muchos hablan de este trabajo como el mejor disco en directo jamás publicado. El álbum alcanza cotas de una intensidad sobrecogedora con la banda de 13 músicos en permanente estado de gracia, y James Brown interpretando sus mayores éxitos de la época, pero sobre todo unas baladas de Gospel-Blues que las alarga hasta el paroxismo. Entre “I'll go crazy” y “Night train”, que marcan el inicio y final respectivamente, la intensidad no decae ni un solo segundo, pero el momento en que une “Lost someone” y “Please, please, please” es simplemente apoteósico.

Otis Redding, orgullo de Macon y alma de la Stax, empezó siendo un simple imitador de Little Richard, pero al poco tiempo, partiendo del norte trazado por los antes citados Sam Cooke y James Brown, supo construir su propio estilo a base de memorables canciones y discos que marcaron una época. En 1968, al año siguiente de su muerte, se publicó a título póstumo “In person at the Whisky a go-go”, directo grabado durante 1966, en su época de mayor esplendor. Otis tiene alma de carbón que arde a base de sudorosa pasión, y su banda es la chispa que lo provoca con una base rítmica y sección de vientos apabullantes. En esta ocasión Otis no contó con los habituales Booker T and the MG's y los Memphis Horns, pero vistos los engrasados resultados tampoco se les echa en falta. Otis se comunica a la perfección con su banda y público gracias al lenguaje del alma, y emotivas piezas como “These arms of mine” o “Any ole way” son como una caricia para los sentidos.

Enlazando con Otis Redding, en 1967 Aretha Franklin consiguió un éxito enorme con “Respect”, original de Otis, pero más allá de “Respect”, Aretha es autora de algunos de los momentos más inspirados de la música Soul también recogidos en un álbum en directo. En 1971 Aretha Franklin actúo durante tres días consecutivos en el Fillmore de San Francisco, y poco después estas actuaciones fueron recopiladas en el disco “Live at the Fillmore West”. Según cuenta la propia Aretha, antes de estos conciertos sentía cierto recelo de si su música conectaría con la generación Hippie de San Francisco, pero finalmente las tres noches fueron un rotundo éxito. Con gente en la banda como King Curtis, los Memphis Horns, Billy Preston e incluso el mismísimo Ray Charles como invitado especial, está claro que Aretha solo podía ganar. Pero por encima está la voz de la diva que brilla y se eleva en cada canción, ya sea con sus exquisitos temas propios (“Don't play than song”) o fantásticas versiones de Beatles o Stephen Stills que las transforma haciéndolas suyas.

Por último, aunque no en importancia, Etta James editó en 1963 un disco en directo llamado “Rocks the house”, y aunque puede que no sea tan relevante como los anteriores a nivel mediático, para mí es una debilidad personal. En los años 50 Etta comenzó su carrera con una combinación volcánica de Gospel, Rhythm and Blues y Rock and Roll, para posteriormente, a principios de los 60, dar un giro estilístico con baladas orquestadas con un fuerte componente Pop, pero en 1962 Etta retornó a sus raíces gospel, en su faceta más bailable, con temas como “Something's got a hold on me”, que es un claro antecedente de la música Soul. “Rocks the house” presenta una banda de bar de 5 componentes tan modesta como efectiva, pero que rueda de maravilla, y sobre todo es el vehículo perfecto para llevar a buen fin el rotundo show de Etta James. El repertorio lo componen algunas de sus canciones más conocidas (memorable “Seven days fool”) , pero sobre todo versiones de Ray Charles, Jimmy Reed, BB King o Willie Dixon que Etta James lleva a su terreno. Improvisa con sus gruñidos e inflexiones en la voz, hace partícipe al público llevándole por donde quiere sin artificio alguno, y cada vibrante minuto del disco es una auténtica fiesta, haciendo de este trabajo uno de los más divertidos y enérgicos del Soul y del Rhythm and Blues.

viernes, 12 de diciembre de 2008

The Zeros


“El Punk no está muerto, simplemente ha cambiado. El Punk es más que música, es una actitud que trasciende el tiempo y el espacio.” (Alice Bag)

Retrocedamos a 1976 en el tiempo. Estamos en una pequeña localidad californiana entre San Diego y México. Chula Vista no es exactamente el lugar más excitante, y menos aún si te gusta el Rock and Roll clásico de
New York Dolls, Stooges, Velvet Underground, T-Rex o el sixties punk de Standells o Seeds. Este es precisamente el nexo que une a Javier Escobedo, Robert López, Hector Peñalosa y Baba Chenelle, o lo que es igual The Zeros, un grupo de adolescentes que los profesores dejan por imposible, considerándoles un “Cero” a la izquierda.

“Esos chavales mejicanos con botas puntiagudas”, como les nombraba el mismísimo Tom Waits, que sienten auténtica devoción por el clásico de Standells “Sometimes good guys don't wear white”, dan sus primeros conciertos en zonas fronterizas próximas a Tijuana, pero más adelante gracias al hermano de Javier, Alejandro Escobedo (¡enhorabuena por superar tú grave enfermedad!), en aquella época guitarrista de grupo punk The Nuns afincados en San Francisco, les pone en contacto con los hoy legendarios The Nervers, y estos consiguen a The Zeros múltiples “bolos” por los clubs de Los Angeles. En 1977 comparten escenario con los propios Nervers, X, The Germs, The Weirdos y todos esos maravillosos grupos de la primera escena punk de L.A.
También tocaron bastante por la bahía de San Francisco, e incluso en una ocasión la mismísima
Patti Smith tocó con ellos “Waiting for the Man” de la Velvet, no está nada mal para unos chavales que tenían que volver cada noche a Chula Vista para atender sus obligaciones escolares.

En esa misma época
Greg Shaw de Bomp! Records ve actuar al grupo en un club de L.A., y rápidamente les ofrece la oportunidad de grabar. Por desgracia en sus tres años de existencia, The Zeros grabaron solo 3 singles, ¡pero que singles!. Buenísimas canciones tocadas de maravilla, con entusiasmo y urgencia, pero sobre todo consiguiendo un sonido con un poso de frescura acorde a los 16 añitos que tenían por entonces. Temas como “Don't push me around”, “Wimp” (con ese riff que te rebana los sesos), “Wild Weekend” o “Beat your Heart out” son himnos que siguen conservándose frescos cual lechuga recién arrancada del huerto.
The Zeros nunca grabaron un LP completo, pero en 1991 Bomp! editó
“Don't push me around” que contiene los tres singles al completo, más canciones inéditas sin tacha alguna (incluso “Cosmetic Couple” pese a las deficiencias técnicas es maravillosa). En definitiva, un disco que no debería faltar en la discografía de ningún “gamberro como nosotros”, y si no lo tienes, ¿A que esperas?

Tras la separación de The Zeros cada componente inició su carrera en solitario:
True Believers, El Vez (The Mexican Elvis) o Flying Color son solo algunas bandas de esta maravillosa saga, y todas ellas de una calidad incuestionable. En los noventa la formación original de The Zeros se reunió de nuevo, tocaron por España e incluso grabaron un nuevo disco que no está nada mal (“Knocking me dead”). Ya sabéis como son las cosas, “quién tuvo retuvo”.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Lou Reed

Siempre he sentido una profunda admiración y respeto por Lou Reed y las múltiples máscaras que han disfrazado su música y su personaje a lo largo de su extensa trayectoria. Con tan solo 16 años Lou Reed comenzó a grabar con su grupo The Jades, pero su voz nasal era diferente, quizás no alcanzara la belleza de todos aquellos grupos de Doo Wop que tanto admiraba, pero ya por entonces brillaba como un prolífico compositor de canciones Pop, y entre 1958 y 1965 trabajó a destajo como compositor de la casa para el sello Pickwick.

Hasta aquí nada fuera de lo común, pero en 1964 Lou forma junto a John Cale, Sterling Morrison y Angus Maclise una banda de nombre The Primitives, que fue la antesala de la mítica Velvet Underground. En 1965 Moe Tucker sustituye a Maclise y la formación clásica de los Velvet se consolida.

En 1965 las temáticas sobre el uso y abuso de drogas duras, decadencia, sadomasoquismo y sexo salvaje eran prácticamente inéditas en el ámbito de la música Pop. Lou Reed fue el primero en introducir tales temas de forma explícita a través de sus canciones. Mientras unos escandalizados medios de comunicación de la época se llevaban las manos a la cabeza, el visto bueno de los círculos más “Arty” de Nueva York no se dejó esperar, y pronto la Velvet se convirtió en el grupo mimado del rey del “corta y pega” Andy Warhol: primero participaron en el EPI, una especie de espectáculo donde se combinaba la música de la Velvet con luces estroboscópicas. Posteriormente Warhol les financió su primer LP, el famoso “disco del plátano”, grabado junto a la modelo, actriz y musa de origen alemán Nico.

La Velvet entre 1966 y 1970 grabó cuatro discos oficiales imprescindibles, tan bellos como decadentes, tan admirados como controvertidos, plagados de música pasional y directa a las entrañas, tan vigente hoy como hace cuarenta años; y aunque hoy esos discos figuran en las listas de “lo mejor” de publicaciones políticamente correctas, y hace tiempo han sido asimilados por el gran público, lo cierto es que temas como “Waiting for the man”, “Heroin”, “Sister Ray”, “The Gift”, “What goes on”, “Some kinda love”, “Sweet Jane”, “Rock and Roll” y tantos otros, siempre formarán parte del universo del Rock and Roll más intenso, visceral y lleno de asombrosos contrastes.

Una vez disuelta la Velvet Underground, Lou Reed inicia una extensa carrera en solitario, que en mi caso es difícil valorar con objetividad, ya que incluso sus momentos más bajos me gustan. A lo largo de su extensa trayectoria Lou Reed ha sabido reinventarse a sí mismo en cada disco: En “Transformer” (1972) sin pretenderlo encabezó, junto con Bowie, el ambiguo movimiento Glam y pasó a la historia con su parada de los monstruos particular en la inmortal “Walk on the wild side”; el impactante “Berlin” (1973) cortó de un plumazo el éxito comercial de “Transformer”, en un depresivo disco que contaba la terrible historia de Jim y Caroline con imágenes de dolor, muerte y toxicomanías varias. “Sally Can’t Dance” (1974) presentaba a Lou como un irascible “Speed freak” que vivía excelentes momentos de popularidad, siempre al borde del abismo, pero aún capaz de grabar conmovedoras canciones como “Billy”. En 1975, cuando estaba en pleno auge comercial, publicó “Metal Machine Music”, un absurdo doble LP lleno de acoples, “feedback” y distorsión donde Reed se mofó de la industria discográfica en pleno (“¿No queríais un disco de guitarras?”), y el emergente movimiento Punk neoyorquino le aupó como su padrino.

En 1976 publicó “Coney Island Baby”, uno de sus discos más maduros y repleto de memorables canciones de amor, pero también las drogas y violencia tienen su hueco (“Kicks”). Tampoco le importó sacar a relucir su profundo amor por los sonidos “negros”, ya sea con la orientación Soul de su doble LP en directo “Take no prisioners” (1978), o los sonidos más Free Jazz de “The Bells”, todo un canto a la “tierra de los Valientes” que hartos de esta vida deciden salir por la puerta de atrás.

Los años 80 comienzan bien para un maduro Lou Reed: abandona los malos hábitos adquiridos por cortesía del alcohol y la meta anfetamina, y sobre todo encuentra el verdadero amor. Estos buenos acontecimientos se reflejan en sus siguientes discos, con un Lou Reed que se presenta como un tipo normal y corriente. Especialmente recomendable es "The Blue Mask" (1981), sólido trabajo donde vuelve a sus raíces clásicas de Rock and Roll gracias a la colaboración del fantástico Robert Quine como segundo guitarra, con canciones que versan sobre amor, pero también dolor y miedo actúan como contrapunto. Aunque todos los discos de este hombre tienen su miga, hay que reconocer que trabajos como “Legendary hearts”, “New Sensations” o “Mistral” no están a la altura de su gran talento, y no es hasta 1989 cuando Lou Reed resucita creativamente con “New York”. Todo un canto de cisne a su amada ciudad a ritmo de Rock and Roll (al igual que “The Blue Mask” posee la clásica estructura de dos guitarras, bajo y batería), plagado de asombrosas viñetas callejeras. “Songs for Drella” (1990) continúa la racha, esta vez rinde homenaje a Andy Warhol junto con su antiguo compañero John Cale de los tiempos de la Velvet Underground. El filón Reed no se agota, y en 1992 publica el desgarrador “Magic and Loss”, una demoledora obra conceptual que versa sobre la muerte pero no exenta de esperanza, pero sobre todo es el mejor homenaje que Reed podía hacer a dos buenos amigos fallecidos en un breve intervalo de tiempo: el mítico compositor Doc Pomus y Rotten Rita que Lou conocía desde los tiempos de la Factory de Warhol allá en los años 60.

En los ultimos tiempos Lou Reed ha seguido publicando discos llenos de buenos momentos: “Set the Twilight Reeling” (1996), “Ectasy” (2000) y sobre todo un bonito tributo a su ídolo Edgar Alan Poe, “The Raven” (2003), donde pone música a cuentos y poemas del atormentado escritor. En el 2008 Lou Reed está por encima del bien y del mal, y dado su estatus, trayectoria y toda una vida consagrada a la música, puede permitirse hacer lo que le venga en gana, y el año pasado editó un disco de relajación (¡¡¡!!!), “Hudson River Wind Meditations”, que da auténtico pavor, y personalmente me veo incapaz de hincarle el diente. Este año ha editado un directo interpretando “Berlin” al completo más alguna sorpresa, pero está claro que actualmente la principal prioridad de Mr. Lou Reed no es la música, pero no dudo que tarde o temprano mueva ficha y nos vuelva a sorprender a todos.

Aprovechando el tirón de Lou Reed, en 1974 ya disuelta The Velvet Underground, se editó un doble LP en directo ("1969 The Velvet Underground live with Lou Reed") que recopilaba grabaciones en directo de la Velvet durante 1969, que a pesar de no gozar de un sonido perfecto, para mi constituye uno de los mejores documentos en directo que se han publicado. Las emocionantes notas interiores del disco corrían a cargo del imprescindible Elliott Murphy, o lo que es igual "La última de las estrellas de Rock and Roll". Paso a reproducirlas, espero que os guste:

Han pasado 100 años desde hoy, y todo el mundo que está leyendo esto está muerto. Algún chaval está impartiendo clases de música en el instituto, y quizás esté escuchando a la Velvet Underground porque tiene que escribir un trabajo sobre Rock and Roll clásico, y me pregunto que pensará ese chaval.


Me gustaría que inventaran una máquina que pudiera descifrar los grandes secretos de cada uno, los tuyos, los míos y los de Lou Reed. La diferencia entre las películas y el Rock and Roll es que el Rock and Roll no miente. Nunca promete un final feliz. Tengo que decir que la Velvet Underground compuso y tocó música triste. Cuando los escucho, pienso en la gente que no volveré a ver de nuevo. Esa es la historia del mundo del arte. Van Gogh se cortó una oreja, y sus padres firmaron permisos para visitar los museos.


La Velvet Underground han debido asustar a mucha gente. Que pasa por la cabeza de una madre cuando pregunta a su hija de 15 años, “¿Cómo se llama la canción que estás escuchando?”, y su hija contesta “Heroin”.


Desearía haber escrito esto hace 100 años. Entonces, escribiría acerca de música hecha por gente muerta. Habría un principio y un final. Tal y como estamos ahora, no se donde encaja este disco. Creo que toda la gente de este disco hoy están vivos. Se que al menos uno de ellos continúa en activo. No se si este disco se considerará una de las mayores o menores contribuciones de Lou Reed. ¿Qué será obligatorio escuchar en esa clase de Rock and Roll clásico?


Pienso que este disco es gran Rock and Roll, Creo que Alexander the Great, Lord Byron, Jack the Ripper, F. Scott Fitzgerald, Albert Einstein, James Dean, y otras estrellas del Rock and Roll estarían de acuerdo conmigo.


Quizás es 1969, y algún chaval pide el coche prestado a sus padres y conduce hacia la ciudad y hace cosas que nunca había hecho antes y llega tarde a casa y se mete en líos, pero no importa porque sabe que nunca volverá a ser el mismo. (Eso es de lo que trata este disco).


En el Rock and Roll la gente tiende a vivir al límite (Eso es de lo que trata este disco).


El Rock and Roll siempre ha sido y todavía es una de las pocas cosas honestas de este mundo (Eso es de lo que trata este disco).


Podría analizar cada canción una por una, pero se echaría a perder toda la diversión y la química. Espero que algún día se enseñe historia del Rock and Roll. Espero que la música de este disco esté entre los elementos más importantes de esa clase. Espero que los padres sigan asustándose cuando encuentren a sus hijos escuchando esta música.

Desearía estar a 100 años de hoy. (No puedo soportar el suspense).

domingo, 16 de noviembre de 2008

The Scientists, "Swampland"

Por aquí ya es conocida la fijación por los sonidos procedentes de las antípodas. Dicen que el mejor Rock and Roll procede de USA e Inglaterra, esta afirmación queda en entredicho al escuchar la buena música que se ha generado (y aún se hace) en el continente australiano. La causa de este curioso hecho daría para un extenso estudio, pero dejando al lado hipótesis y pensamientos, Australia es una mina de oro de excelentes bandas dignas de explorar y reivindicar.

Hace escasos meses, el sello Bang! Records, especializado sobre todo en Rock and Roll australiano de alto voltaje, sacó al mercado un doble LP de The Scientists que recopila grabaciones de su mejor etapa, que va del 82 al 83, caracterizadas por una intensidad fuera de lo común, caminando siempre por el alambre de la música más corrosiva y nihilista, pero siempre partiendo de la tradición del Rock and Roll clásico hasta convertirse en una personalísima e influyente fuente de inspiración.

El germen de The Scientists comienza en Perth en 1976 con una banda de Protopunk de nombre The Cheap Nasties liderada por un joven Kim Salmon. Poco se sabe de esta banda, aparte de ser el primer grupo de Punk que surgió en Perth, y que sus influencias musicales se inclinaban por grupos americanos como Modern Lovers, Ramones, y espcialmente Stooges y New York Dolls.

En 1978 nace la primera encarnación de los Scientists con Kim Salmon y James Baker. A pesar de mantener sus influencias Punk intactas, también hay elementos del Pop más clásico de los 60. Esta combinación estilística da lugar a un giro más Power-Pop en su sonido, y como resultado, entre 1979 y 1980 el grupo edita una serie de singles de altísima calidad. Temas como “Frantic Romantic” o “Last Night” lo demuestran. En 1981 se publica el primer LP del grupo, pero por desgracia, aunque el contenido es excelente, el disco suena vacío y se echa a perder el sonido enérgico de la banda. Esto propicia la disolución del grupo, James Baker se marcha a Hoodoo Gurus y Kim Salmon, como veremos más adelante, volverá con más fuerza.

Paralelamente a la disolución de los primeros Scientists, Kim Salmon descubre a los Cramps y quiere orientar su nuevo sonido en esa dirección, pero no en el sentido del Rockabilly que practican, lo que fascina a Kim Salmon de los primeros Cramps, es su visión salvaje y primitiva de la música, la misma que tienen los grandes Bluesmen del Delta o el Punk electrónico de Suicide. Es como si Salmon se preparara para un viaje de regresión a la Edad de Piedra del Rock and Roll en busca de una primigenia intensidad teñida de un malsano nihilismo y salpicada de las peores vibraciones.

Pero este viaje hacia las rutas salvajes de la música no hubiera sido lo mismo sin sus protagonistas directos. En esta ocasión a Kim Salmon (guitarra y voz) le acompañan Brett Rixon (batería), Boris Sujdovic (bajo) y Tony Thewlis (guitarra). Cuatro personalidades musicales únicas donde cada miembro tiene su papel fundamental en el grupo. Las guitarras de Salmon y Thewlis se acoplan a la perfección tejiendo una compleja tela de araña repleta de acoples y distorsión, pero no exenta de melodía, quizás no en el sentido del Pop más ortodoxo, pero la melodía siempre está ahí (el grupo americano Television fue otra gran influencia). Por otra parte, la batería de Rixon y las dos maravillosas notas de Sujdovic al bajo, son el medio perfecto para llevar a cabo todas las ideas de la alterada mente de Salmon.

El disco que nos ocupa (de título “Swampland”) se centra en esta segunda formación de los Scientists. Un doble LP de tirada limitada a 1000 copias con 21 temas que nos conducen por los pantanos del infierno, extensos ríos de sangre y alucinados mundos donde los sicotrópicos son alimento vital, y la única salida posible es el fuego abrasador. Adentrarse en incandescentes piezas como “Set it on fire”, “Burnout”, “Solid gold hell”, “Nitro” o “Fire Escape” no es plato fácil, y menos aún dejarse llevar por hipnóticos Blues pantanosos como “Swampland” o “Blood Red River” con esa maldad insana en perfecta sintonía con los tiempos que corren. En “The Spin” Kim Salmon y compañía no disimulan su devoción por los Stooges de “Funhouse” con esos alaridos infernales, también presentes en “Revhead”, un viaje al mismísimo núcleo de la locura en deuda con Suicide.

Para el que conozca la obra de Scientists, este doble LP tiene el aliciente de contener 8 temas en directo nunca publicados anteriormente, y al igual que el resto de su obra no tienen desperdicio.

Continuando con la historia del grupo, en 1984 cambian su lugar de residencia a Londres y siguen publicando grandes singles, pero debido a problemas de visado, algunos miembros del grupo se ven obligados a volver a Australia, y finalmente solo quedan Salmon y Thewlis al frente. De nuevo The Scientists dan un giro radical a su música siguiendo unos esquemas más “ruidistas” y experimentales, plasmados en “Human Jukebox” de 1987 (según Salmon su mejor trabajo), pero al poco tiempo el grupo se separa definitivamente. Thewlis forma The Interstellar Villains, y Salmon The Surrealistics (con Brian Hooper y Tony Pola de The Beasts of Bourbon). En 1993 Brett Rixon fallece de sobredosis, una lástima teniendo en cuenta que grupos tan en boga en aquella época como Mudhoney o Jon Spencer Blues Explosion se les llena la boca cantando las “bondades” de Scientists, lo cual propicia una reunión de la formación clásica de los Scientists (evidentemente sin Rixon) en el nuevo milenio, pero me temo que poco queda de la combustión espontánea de principios de los 80.

lunes, 3 de noviembre de 2008

The Ramones, "End of the Century"

Los Ramones siempre han ocupado un lugar importante en mi corazón, e imagino que en el de cualquiera que le guste minimamente el Rock and Roll. Los Ramones me traen a la cabeza muy buenos recuerdos, desde que en tiempos del instituto un amigo me prestó su copia de “too tough to die” que escuchaba de continuo, han pasado muchos años. Después llegaron los gloriosos primeros discos del grupo: “Ramones”, “Leave Home”, “Rocket to Russia”... y en definitiva, mientras iba escuchando nuevas bandas, siempre quedaba un hueco para Ramones y su atemporal visión de la música; y después de tanto tiempo me sigo aplicando una buena dosis de Ramones cada poco tiempo. No podía ser de otra manera porque Ramones, bajo la coraza de acelerado grupo de Punk-Rock se esconde una banda de Pop Clásico, para mí a la altura de los nombres más grandes, desde Stooges hasta Seeds, desde los Stones a los Beach Boys, pasando por los grupos de chicas de la factoría Spector. Sin lugar a dudas para mí los Ramones representan la quintaesencia, de la música Punk y del Rock and Roll más inocente, una música más pasional que técnica, pero sobre todo centrada en la canción. Después de tanto tiempo temas como “Swallow my pride”, “Sheena is a punk rocker”, “I wanna be your boyfriend”, “Happy family” y decenas de golosinas más, siguen rebotando en mi cabeza.

Bien es sabido que el nuevo milenio fue nefasto para los Ramones: Joey nos dejó para siempre en el 2001, Dee Dee en el 2002 y por último Johnny en el 2004. Pero entre medias, en el 2003 se editó una película titulada “End of the century” que trata con extraordinaria lucidez y profundidad la vida y trayectoria de los Ramones. Simplemente para mí uno de los mejores documentales que se ha hecho sobre un grupo de Rock and Roll.

“End of the Century” trata desde los inicios la historia de la banda, un grupo de “outsiders” que de no haber sido por el Rock and Roll, en poco tiempo hubieran sido carne de cañón de psiquiátrico, cárcel e incluso de cementerio. A pesar de que Joey padecía un trastorno obsesivo-compulsivo, Johnny era punto menos que un delincuente juvenil, y Dee Dee sufría un trastorno bipolar y una temprana adicción a la heroína, estas conflictivas personalidades confluyeron gracias a la música: New York Dolls, Stooges, MC5, la música “Garage” y el Pop clásico de los 60 eran sus preferidos.

En el documental se puede ver los primeros tiempos de los Ramones, cuando tocaban para cuatro gatos en el ahora mítico CBGB, y pronto captaron la atención de los círculos más “in”, que los consideraban como una muestra de arte minimalista y “naif”, e incluso muchos no se podían creer que lo que veían fuera de verdad, por la imagen del grupo, su actitud, y sobre todo por ese sonido sencillo y rompedor.

“End of the century” es un retrato agridulce de una de las bandas más influyentes de la música popular desde los años 70. Por un lado, con el advenimiento del punk en Reino Unido, los Ramones, en parte, fueron la mecha que prendieron el movimiento y para muchos grupos la motivación para montar una banda. Su llegada a Inglaterra en 1977 fue espectacular: venta de todas las entradas durante varias noches seguidas, fueron tratados como estrellas, y en definitiva, el futuro para Los Ramones se veía de lo más prometedor. Este hecho contrastaba con la vuelta a América donde estaban abocados a tocar en locales de mediano aforo ante un público mucho más reducido.

Intentaron el éxito con insistencia. A parte de ser unos currantes natos del Rock and Roll a base de continuas giras, los discos que publicaron en los 70 son auténticas obras maestras de urgencia POP. Incluso Seymour Stein (presidente de Sire records) apostó muy fuerte por ellos promocionando “éxitos seguros” como “Sheena is a punk rocker”, pero desgraciadamente en 1978 el movimiento punk estaba en estado terminal y muy mal visto por las radio fórmulas y los medios de comunicación en general, hecho que afectó también a los Ramones y a su desarrollo comercial.

A partir de aquí, desde el 79, una vez conscientes de que jamás lograrían el merecido éxito y reconocimiento, los Ramones lo único que podían pretender es seguir haciéndolo lo mejor posible a base de estupendos discos y anfetamínicos conciertos. Los años 80, según cuentan en “End of the century” fueron duros. A pesar de su enorme influencia, su Punk-Pop pegadizo no estaba en sintonía con los sintetizadores y los pelos cardados en boga en aquella época, y a partir de “too tough to die” endurecieron considerablemente su sonido. Aún así, aunque unos discos son mejores que otros, para mí todos son trabajos que mantienen un gran nivel de calidad.

Como se suele decir, después de la tempestad viene la calma, y los año 90 fueron mejores. Toda esa nueva generación de grupos de estilo “Grunge” y “Punk” tomaban a Ramones como su base y punto de partida musical, y en países como Brasil (y también España) eran considerados auténticos ídolos de masas juveniles, por unos chavales que vivían en las calles sin expectativas de futuro, que no sabían si vivirían o no para contarlo al día siguiente. En ese contexto las canciones de los Ramones ejercían como válvula de escape para salir de la cruda realidad, y un espejo donde mirarse.

A pesar de generarse un nuevo interés por los Ramones, ya eran demasiados años de convivencia y fricciones, y más teniendo en cuenta que entre ellos casi ni se hablan. El primero en desertar en 1989 fue el entrañable Dee Dee, bajista y autor junto con Joey de buena parte de los himnos del grupo. Finalmente en 1995, tras la publicación del último disco “¡Adios Amigos!” los Ramones ponen fin a una gloriosa carrera plagada de momentos inolvidables, convirtiéndose en un grupo que para cualquiera que ame el Rock and Roll se antoja imprescindible, porque los Ramones como pioneros fueron la auténtica esencia de esta música.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Back from the grave

No cabe duda que los años 60 fueron una de las grandes épocas en la historia del Rock and Roll, pero vayamos un poco más atrás. En USA una vez que amainó la tormenta provocada por la llegada del primer Rock and Roll en los 50, con Elvis, Buddy Holly o Gene Vincent como algunos de los abanderados, desde principios de los 60 la furia de bandas y solistas también fue a la baja. Los jóvenes ídolos y edulcorados grupos tan de moda por entonces, estaban demasiado lejos de alcanzar el nivel de intensidad de los primeros rockers, y menos aún de los clásicos del Blues más primitivo, pero en 1963 los grupos de Rock and Roll instrumental recuperaban la rabia y urgencia de los viejos tiempos a base de guitarras llenas de eco y distorsión. La música Surf se extendió rápidamente por el país.

Paralelamente, en el Reino Unido en la primera mitad de los 60, un grupo de jóvenes locos por los sonidos del primer Cliff Richard, Johnny Kidd and the Pirates, el Skiffle (estilo acústico basado en el Blues y Folk), también descubrieron los increíbles sonidos negros procedentes de USA: Blues de Chicago, Rock and Roll de Nueva Orleans, Soul de Memphis y de Detroit, etc. Pero estos rostros pálidos no eran una mera calcomanía de sus modelos afro americanos, a partir de sus divinas enseñanzas desarrollaron su propio estilo con un sonido dinámico y accesible, igualmente deudor del enorme instinto Pop de Buddy Holly o Everly Brothers.
 
En 1964 The Beatles publicaron “A hard days night” consiguiendo escalar no solamente los primeros puestos de las listas británicas, también triunfaron a lo largo y ancho de los USA, cosa que desde la fiebre Elvis no se había visto. La juventud americana se vuelve loca y puso todos sus sentidos en los sonidos procedentes del Reino Unido: Rolling Stones, Yardbirds, Small Faces, Who, Kinks, Pretty Things, Them, Troggs, etc. El resultado fue la aparición de miles de bandas influidas por el boom británico, algunas muy conocidas, otras moderadamente conocidas que hoy han logrado el status de “grupo de culto”, y otras absolutamente anónimas que en su momento grabaron uno o dos singles con un reducidísimo número de copias para familiares y amigos.

Entre 1965 y 1968 en USA se extendió el Rock de Garage como una maravillosa enfermedad venérea, miles de grupos deudores de los sonidos del otro lado del pacífico, pero también de la música Surf de principios de los 60, y de clásicos ancestros musicales como Chuck Berry, incluso Bob Dylan y sobre todo Bo Diddley. Se dice que en esta época el 65% de la juventud norteamericana estaba en una de esas bandas de Garage, género caracterizado por la escasez de medios económicos y técnicos, pero con toneladas de entusiasmo y actitud. Canciones sencillas tocadas con rabia, furia y un sonido atronador con la mirada puesta en distorsionadas guitarras, baterías propulsadas por un sencillo ritmo 4x4, órganos Farfisa y cantantes poseídos por el mismo demonio. Los componentes de estos conjuntos eran exageradamente jóvenes, la edad media estaba comprendida entre 12 y 18 años, y en raras ocasiones superaban la mayoría de edad. Casi todos estos efímeros grupos pasaron sin pena ni gloria, pero muchas de las grabaciones que han perdurado han quedado como parte importantísima de la historia del Rock and Roll. Algunos hablan de música de serie Z de escasa calidad, otros pensamos en el auténtico espíritu y esencia del Rock and Roll tan difícil de expresar con palabras. Simplemente escucha.

Si avanzamos en el tiempo, en los primeros años 80 un individuo de nombre Tim Warren, un chiflado de los crudos sonidos de Garage y posterior fundador del imprescindible sello Crypt records, se decide a viajar por todos los Estado Unidos con el objetivo de elaborar una serie de discos recopilatorios que reúnan algunas de estas desconocidas bandas. Hoy con internet las cosas serían mucho más sencillas, pero hace 25 años Tim Warren únicamente disponía de un destartalado coche y toneladas de ilusión por desenterrar algunas de las mayores joyas de los años 60. ¿Música de raíces? Sin ninguna duda.

“Back from the Grave”, así es como se llama esta serie de discos recopilatorios, que entre 1983 y 1994 exhumó un numeroso grupo de bandas adolescentes procedentes de todos los rincones de USA. Sorprendentemente estos grupos en permanente estado de descomposición no suenan caducos ni desfasados, por el contrario, hoy día su música está llena de energía y urgencia juvenil, y es todo un bálsamo para hacer frente al anodino panorama musical actual, y conviene administrarse una buena dosis por vía auditiva de manera regular para renovar la fe en el auténtico poder del Rock and Roll sin adulterar, y de paso destaponar los oídos. Recopilaciones de este tipo ya se hicieron anteriormente, pero mientras que series como “Nuggets” y “Pebbles” reunían un abanico más amplio de grupos y estilos (Sicodelia, Sunshine Pop, Garage-Fol.k, Mersey Beat, Sixties Punk...), los “Back from the Grave” inciden en el aspecto más ruidoso y Punk de la música de Garage, con sus grupos deudores del Rhythm and Blues británico, pero al mismo tiempo con un sonido único propulsado por guitarras fuzz y los amplis a punto de reventar, dotando a esta colección de discos de una sólida cohesión.

Los 8 volúmenes de “Back from the Grave”, en mi opinión, hay que considerarlos como un “todo”. Vale que individualmente los grupos incluidos no se pueden comparar con los grandes de los 60 que todos conocemos, pero el resultado de las pequeñas partes suman una trascendente obra maestra a la altura de los mejores. Quizás los discos de “Back from the Grave” no aparezcan en enciclopedias ni en ninguna lista de “lo mejor”, pero en el corazón de Rock and Roll de muchos de nosotros siempre ocuparán un lugar importante. Son canciones compuestas de ese extraño ingrediente que provocan en el oyente inquietantes sensaciones, canciones que poseen una contagiosa energía que no actúa como mera música de fondo, irremediablemente esas canciones acaparan toda la atención y sin darse cuenta, uno se siente impulsado a subir más y más el volumen del stereo, hasta que un molesto y sufrido vecino con cara de pocos amigos se presenta en tú casa para decirte que bajes la música.

En cuanto al contenido de estos discos es material de primera, mierda pura de la mejor. Olvídate de un sonido perfecto, de tediosos desarrollos instrumentales, de amor, paz y buenas vibraciones. Aquí lo que prima es rabia, inconformismo adolescente y agresividad, pero también estas bandas expresan sus frustraciones y confusiones en canciones de 2 minutos, grabadas con paupérrimos medios técnicos y económicos, pero con un grado de expresividad único, fiel reflejo de lo que piensan y sienten estos chavales, pero siempre bajo la premisa de la diversión como válvula de escape. 

Los 8 volúmenes de “Back from the grave” son excelentes, para mí no existe un disco mejor que otro, todos están repletos de pequeños clásicos, algunos más conocidos por versiones de grupos más actuales (Cynics, Fuzztones, Lyres, Chesterfield Kings, Tell Tale Hearts...), y otros no tanto pero igual de buenos o más. Personalmente quizás tenga más cariño al volumen 7 (al igual que el 8 es doble LP) porque fue el primero que adquirí, pero muchas veces que quiero escuchar uno, cojo el primero al azar.

Aunque lo más importante de esta serie de discos sea la música y sus grupos de curiosos nombres (Tamrons, Wyld, Rats, Children of Darkness, Royal Flairs, Bryds, The Painted Ships, Bugs...), también destacan las portadas de cada uno de los 8 volúmenes. Toda una obra maestra en el arte de las portadas discográficas, como siempre apreciable en toda su extensión en formato LP. Se trata de hilarantes dibujos llenos de humor macabro, con zombies y esqueletos como protagonistas, unos tocando en grupos mientras otros aplican todo tipo de torturas, vejaciones y ejecuciones a gente tan estimable como Hippies, cachas de gimnasio, traficantes de drogas o fans de Red Hot Chilly Peppers. También destacan la quema y enterramiento de todo aquello que odian nuestros radiantes zombies (MTV, Elton John, Art rock, Woodstock...), por no hablar de frases demoledoras como la que aparece en una esquina del primer volumen (“Jimi & Janis glad ya died”). En definitiva unas portadas deliciosas que uno no se cansa de observar.

Aparte de los excelentes dibujos, cada “Back from the grave” contiene fotos de algunos de los grupos, e información de cada tema del disco. Son textos informativos y a la vez escritos con gran sentido del humor, plagados de erratas y faltas de ortografía, a veces ininteligibles. En ocasiones cuentan anécdotas delirantes sobre las bandas, no se sabe si ciertas o falsas, pero siempre divertidísimas. Mi favorita es acerca de un grupo llamado Royal Flairs y su increíble tema “Suicide” (la canción trata de una chica que se suicida a causa de los engaños de su novio, y al final el propio novio decide seguirla y también se suicida). La historia es la siguiente: los Royal Flairs tocaban con frecuencia en un club de Chicago acompañados de go-gos, pero entre el público había una especie de sicópata obsesionado por una de las chicas, y en una ocasión, cuando la chica está en los camerinos, el loco intenta violarla, la chica pide ayuda y acude el cantante de Royal Flairs en su rescate, pero el chiflado tiene una pistola y sin pensarlo dos veces le pega un tiro en la cabeza al cantante de los Royal Flairs. Al final sobrevive, pero el grupo se disuelve a raíz del incidente. Divertido, ¿No?

Para terminar este pequeño artículo, aparte de recomendar encarecidamente los discos de “Back from the grave” de Crypt records, dejo una lista de algunas de mis canciones favoritas de la serie, aunque dicha lista varía continuamente.

Chentelles, “be my queen”
Murphy and the Mob, “Born loser”
Sonics, “Santa Claus”
Unrelated Segments, “Cry, cry, cry”
Rats, “Rats revenge”
Shames, “My world is upside down”
Vestells, “Won't you tell me”
TY Wagner, “Slander”
The Painted Ship, “And she said yes...”
Trojans of Evol, “Through the night”

jueves, 28 de agosto de 2008

Dennis Wilson, "Pacific Ocean Blue"

Dennis Wilson fue el hermano mediano de los Wilson y batería de los Beach Boys, uno de los grupos más influyentes de la música popular de todos los tiempos, en una época dorada, los 60, en que Rock and Roll y Pop eran uña y carne, pero posteriormente, a partir de los 70, ambos estilos se distancian, y salvo honrosas excepciones, los grupos o hacían POP o hacían ROCK, y la magia poco a poco se desvaneció, con la consiguiente pérdida de la inocencia de una música que en su día puso el mundo patas arriba a base de enérgicas canciones con la mirada puesta en el estribillo y la melodía perfecta.

The Beach Boys, como es bien sabido, en 1961 fueron de los máximos exponentes de la música
Surf, con sus temas que hablaban de soleadas playas californianas, coches y chicas. Pero más allá de “Surfin'”, “Surfin USA” o “Surfin safari”, los Beach Boys fueron auténticos creadores de canciones que alcanzaron el Crepúsculo de los Dioses del Rock and Roll con su clásico “Pet Sounds” de 1966.

Diez años después de la obra magna de Beach Boys, en 1976 su carrera estaba en un punto muerto, seguían vendiendo cientos de miles de discos gracias a recopilatorios de “oldies” (
“Endless summer”), pero creativamente sufrían un letargo artístico con mediocres trabajos como “15 big ones” (a pesar de contener algunas estimables canciones). Con este panorama, un Dennis Wilson que siempre había pasado desapercibido parapetado tras la batería, sentía la necesidad de escribir sus propias canciones y volar en solitario, y de la noche a la mañana el espíritu libre de los Beach Boys, el más salvaje, el indolente “punk” que jugueteó con la familia Manson siempre a la búsqueda de la fiesta sin final, pasó de estar eclipsado por el enorme talento de su hermano mayor (Brian), a elevarse como un músico, cantante e interprete único, capaz de emocionar con su ronca voz y sus asombrosas canciones repletas de alegría, tristeza, amor, desamor y en definitiva, canciones repletas de vida.

En 1977 sale a la luz
“Pacific Ocean Blue”, no solo el primer LP de Dennis Wilson, también es el primer disco de un Beach Boy en solitario, y el resultado impresiona a la primera escucha. Es un trabajo elaborado, con ricos arreglos, pero al mismo tiempo suena tan fresco y accesible como el disco de Rock and Roll más directo. “Pacific Ocean Blue” se grabó en los estudios del sello Brother (propiedad de los hermanos Wilson) en California, colaboraron viejos amigos y compañeros (su hermano menor Carl Wilson, Greg Jakobson, Bruce Johnston...), Dennis escoge a los mejores músicos de sesión (Hal Blaine de la Wrecking Crew de Phil Spector, Ed Carter, Jamie Jamerson...). Las canciones están llenas de suntuosos arreglos de vientos, percusiones, delicados teclados, e incluso hay un coro gospel que ensalza las canciones. A pesar de todo, los arreglos no abruman, no hay “lifting” musical alguno, y todo suena con una naturalidad apabullante. Son 12 temas que tocan la fibra sensible, desde la inicial “River song” con esas sensibles notas iniciales de piano, la entrada del coro al completo, y la voz de un Dennis Wilson que es un torrente de emoción pura. Más festiva resulta “What's wrong”, sobre una portentosa sección de vientos Dennis, en sus propias palabras, nos hace creer en el Rock and Roll. Con canciones como “Thoughts of you”, una de las mejores bandas actuales como Wilco, venderían su alma al diablo. Aunque Dennis tiene su propio estilo único y verdadero, ha tomado buena nota de su genial hermano mayor Brian Wilson, y “Time” es una buena prueba de ello, de una desnudez y belleza poco frecuentes. En definitiva, todas las canciones tienen su universo propio, crean adicción y muestran nuevos matices en cada nueva escucha, que varían según el cambiante estado de ánimo.

La reedición de “Pacific Ocean Blue”, publicada por
Sony Legacy, viene enriquecida con jugosos cortes nunca antes publicados, y un disco extra con el nombre de “Bambu (the Caribou Sessions)”, que incluye las sesiones de lo que se supone iba a ser el segundo disco en solitario de Dennis Wilson, pero por alguna extraña razón nunca vio la luz. Son canciones tan buenas o mejores que “Pacific Ocean Blue”, sin relleno alguno, que muestran a un Dennis Wilson con un profundo amor por la música; en sus propias palabras: “Todo lo que soy o seré está en la música, si quieres conocerme solamente escucha”.

Con trabajos como este da gusto comprar discos. No es una reedición cualquiera, aporta muchísimo valor añadido gracias a la desbordante cantidad y calidad de material inédito incluido, tiene una presentación de lujo con un fascinante libreto sobre la vida de Dennis Wilson y la gestación de “Pacific Ocean Blue”, pero lo más importante es el contenido, emocionantes canciones con un grado de pureza extrema, solo música salida de las tripas y del corazón con un grado de sensibilidad demasiado grande para este mundo.

Volviendo a Dennis Wilson, en 1977 salió a la venta
“Pacific Ocean Blue”, y unánimemente fue aclamado por lo crítica especializada. Por este motivo Dennis iba a hacer una gira de presentación del disco, pero finalmente se canceló, exactamente igual que la edición de su segundo disco “Bambu” que nunca vio la luz hasta esta excelente reedición del 2008, que por otro lado, nos muestra un simple boceto de lo que hubiera sido el resultado final del disco de no haber abandonado el proyecto en su día.

En diciembre de 1983, un Dennis Wilson fuera de control y deteriorado físicamente por el abuso alcohólico, al poco de cumplir 39 años murió ahogado accidentalmente en las costas de Los Angeles, a pesar de ser el único miembro de los Beach Boys que había practicado Surf. Es una pena que no se descubriera antes el genial talento de Dennis Wilson, y más aún, que no viviera para contarlo a las nuevas generaciones, pero vivió rápido, murió moderadamente joven y aludiendo a una de sus mejores canciones (“He's a bum”), desgraciadamente al final explotó.

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