lunes, 13 de febrero de 2012

José Ignacio Lapido, "En otro tiempo, en otro lugar"

Los granadinos 091 fueron uno de los grupos más importantes de la hornada de los 80 en el Rock español, pero también de los más incomprendidos. Alejados de las modas de la época, parecían no encontrar su lugar en la industria a pesar de sacar completos discos que se superaban a cada entrega. Finalmente la erosión del cansancio les llevó a un callejón sin salida, y en 1995 se disuelven dejando para la posteridad una sólida discografía y un montón de imborrables canciones.
José Ignacio Lapido, guitarrista y compositor principal, ya brillaba con luz propia en 091, gracias a unos temas con sustancia, alejados de la frivolidad de los años ochenta, y alimentados de un pesimismo latente en sus textos, manifestado a través de la electricidad de un sólido Rock clásico en deuda con el sonido de los añejos vinilos de los 70, que combinaban a la perfección con la cortante energía Punk de su generación. No obstante, como es sabido, Joe Strummer de los Clash, que vivió en Granada durante un tiempo, fue colega de 091 y participó en la producción de alguno de sus discos.

Lapido, tras la amistosa ruptura de 091, finiquitada con un demoledor doble disco en directo con "lo mejor" de su trayectoria, inició su carrera en solitario, y desde 1999 hasta el presente ha publicado un puñado de discos exquisitos, de fuerte personalidad rockera, con una esencia que se disfruta con el tiempo, y que piden un esfuerzo por parte del oyente para extraer todos los jugos con sabor a derrota y confusión de unas canciones que no son trago fácil, dolorosas y dulces al mismo tiempo. Son trabajos alejados del rápido consumo de la descarga digital y la escucha sesgada actual, su discografía exige atención exclusiva de los sentidos, y como antaño, implica sentarse tranquilamente a escuchar con el libreto de las letras en ristre.

"En otro tiempo, en otro lugar" del 2005 es un trabajo más de su discografía, igual de bueno que los demás, aunque en esta ocasión quizás las canciones sean más redondas, o quizás no... Como sus otros discos, tiene carácter, está hecho del material intangible con el que se fabrican los clásicos: eterno y mágico, pero impulsado por guitarras eléctricas verdaderas, encendidas, rasgadas con los amplificadores a tope, y que trazan mapas al oyente hacia tesoros de cuatro minutos que dan forma a la canción.

"En otro tiempo, en otro lugar" es una secuencia de doce temas donde no sobra absolutamente nada, y como los buenos discos, hay que escuchar en el orden de las canciones y de un tirón. Una secuencia tan desoladora como llena de belleza, donde el protagonista es el vencido ("Cumple condena a la pena más larga / y no tiene a nadie a quién amar"), con Lapido lanzando un aviso del desastre actual que padecemos ("Querrán venderte unos zapatos con los que no puedas correr / que firmes de por vida un contrato que te obligue a obedecer"), y sus consecuencias materializadas en anhelos de cambiar el mundo a golpe de revolución ("Vamos a intentar el más difícil todavía / vamos a cambiar las reglas de la realidad / vamos a apagar un fuego con gasolina"). Lapido está del lado del que sufre, ya sea por amor ("Vivo exiliado en un bar / donde el amor respira por sus heridas"), o por las secretas circunstancias de la vida y los demonios personales ("Nada bueno ronda en su cabeza desde que alguien le contó / a que sabe la ginebra en la antesala del dolor"). A pesar de la tristeza y la desesperanza que desprende el disco, "En otro tiempo, en otro lugar" tiene un poso renovador que anuncia que no está todo perdido ("El rayo aprende a convertirse en trueno / yo aprenderé a renacer / me cambiaré el collar, seré el mismo perro / no pararé hasta encontrarte"), y un homenaje a los que nadan a contracorriente en el inmenso océano de la vida ("Somos piezas de engranajes sin atornillar / Extraños que se encuentran en el mismo sueño / ajenos por completo al sistema decimal").

En definitiva, "En otro tiempo, en otro lugar" sangra en cada canción, explora los recovecos más dolorosos del alma, y es un fiel reflejo de la sombra de la duda que se cierne sobre nuestras cabezas, pero al mismo tiempo alberga un tímido rayo de luz que ilumina una débil esperanza a la que agarrarse. Pocas veces en este país se han dicho tantas cosas de gran calado a ritmo de Rock and Roll.

http://www.joseignaciolapido.com/


2 comentarios:

  1. Todo el disco es una auténtica gozada. Ay, pero cuánto escuché, rumié, y lloré, sí, por qué no, No digas que no te avisé.
    La maravilla de una canción es cuando te atrapa en un momento de maremagnum emocional, y ya nunca te suelta.
    Lapido es mucho Lapido.

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  2. Redriver, Lapido parece acertar en la diana de los sentimientos. "No digas qe no te avisé" es como un dardo de realidad directo al corazón. De todos modos, espero que ese maregagnum emocional haya remitido. Ya sabes, "después de la tempestad viene la calma".

    un saludo

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